Vidar, el Silencioso
Se dice que Odín amó en una ocasión a la bella giganta Gridr, que vivía en una cueva en el desierto y que, tras cortejarla, la convenció para que se convirtiese en su esposa. La descendencia de esta unión fue Vidar, un hijo tan fuerte como taciturno.
Este dios habita en Landvidi ("la extensa tierra"), un palacio decorado con ramas verdes y flores frescas, situado en medio de un impenetrable bosque primitivo donde reina el silencio más absoluto y la soledad que él ama. Nadie puede deambular a través de esos bosques, de millas de longitud, en un espacio sin límites, sin una senda, sin un destino, entre sus monstruosas sombras proyectadas, su penumbra sagrada, sin ser asaltado por una profunda reverencia ante la sublime grandeza de la naturaleza sobre el medio humano, sin sentir la grandeza de la idea que forma la base de la esencia de Vidar.
Cuando Vidar se unió a los suyos en Valhalla, éstos le dieron una gran bienvenida, pues sabían que su fuerza les sería de gran ayuda cuando la necesitaran. Tras agasajarle con hidromiel, Odín le pidió que le siguiera hasta el manantial de Urdr, donde las Nornas se encontraban como siempre ocupadas tejiendo su tela de destinos. Preguntadas por Odín acerca de su futuro y el destino de Vidar, las tres hermanas respondieron
proféticamente. Cada una de ellas pronunció una frase.
“Comenzado un día.”
“Posteriormente tejido.”
“Un día terminado.”
A esto añadieron a la vez: “Con gozo una vez más ganado”.
Estas misteriosas respuestas hubieran permanecido completamente ininteligibles si no hubieran explicado que el tiempo progresa, que todo debe cambiar, que incluso, si el padre caía en la última batalla, su hijo Vidar sería su vengador y viviría para gobernar sobre un mundo regenerado, tras derrotar a todos sus enemigos. Mientras las Nornas hablaban, las hojas del árbol del mundo revolotearon como si fueran mecidas por una brisa, el águila en su rama más alta agitó las alas y la serpiente Níðhöggr interrumpió por un instante su trabajo de destrucción en las raíces del árbol.
Gridr, uniéndose al padre y al hijo, se alegró con Odín cuando oyó que su hijo estaba destinado a sobrevivir a los dioses ancianos y a gobernar sobre los nuevos cielos y tierra.
Estas misteriosas respuestas hubieran permanecido completamente ininteligibles si no hubieran explicado que el tiempo progresa, que todo debe cambiar, que incluso, si el padre caía en la última batalla, su hijo Vidar sería su vengador y viviría para gobernar sobre un mundo regenerado, tras derrotar a todos sus enemigos. Mientras las Nornas hablaban, las hojas del árbol del mundo revolotearon como si fueran mecidas por una brisa, el águila en su rama más alta agitó las alas y la serpiente Níðhöggr interrumpió por un instante su trabajo de destrucción en las raíces del árbol.
Gridr, uniéndose al padre y al hijo, se alegró con Odín cuando oyó que su hijo estaba destinado a sobrevivir a los dioses ancianos y a gobernar sobre los nuevos cielos y tierra.
Vidar, sin embargo, no pronunció palabra alguna, emprendiendo lentamente el camino de vuelta a su palacio, Landvidi, en el corazón del bosque primitivo y allí, sentado sobre su trono, meditó durante largo tiempo acerca de la eternidad, el futuro y la infinidad. Si él desentrañó sus secretos, nunca los reveló, pues los antiguos afirmaban que él era tan silencioso como un tumba, un silencio que indicaba que ningún hombre conoce lo que le espera en la vida venidera.
Vidar es tan silencioso que cuando camina no toca el suelo. Sin embargo, uno de sus pies está siempre protegido por un zapato especialmente fuerte. Este particular calzado se lo debe a su madre Gridr, la cual, sabiendo que él sería convocado para luchar contra el fuego en el último día, lo diseñó como una protección contra el ardiente elemento, así como los Jarngreipr que un día le prestó a Thor le ayudaron en su encuentro contra Geirrod. Este zapato estaba hecho de sobras de cuero que los zapateros le han regalado. Ya que era esencial que su zapato fuera lo suficientemente grande y consistente como para resistir los afilados dientes de Fenrir, el lobo, en el último día, los zapateros le regalan tantos restos y sobras de cuero como les es posible.
Una vez llegado el Ragnarok, Fenrir devorará de un sólo bocado a Odín en el campo de batalla de Vigrid. De inmediato, dirigirá su cólera contra Vidar, pero él colocará su formidable zapato sobre la mandíbula inferior del monstruo y, manteniendo las fauces abiertas con su mano, le hundirá la espada hasta el corazón.
Sin embargo, nada evitará que el fuego de la espada de Surtur consuma los nueve mundos. Una nueva tierra surgirá del mar y Vidar y su hermano Vali viajarán a la planicie de Idavollr, donde se reunirán con las deidades sobrevivientes para forjar un nuevo mundo y regir el universo en el puesto que antes ocupara su padre Odín.
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