La Muerte de Balder
Balder era el segundo hijo de Odín y hermano gemelo de Hodr, el dios ciego. El más bello y amado de los dioses. No sólo los Æsir lo amaban en gran medida, sino los hombres y todas las criaturas, ya que él era gentil con todos. Él era el mejor de los dioses y todos lo alababan; era tan hermoso en sus facciones y tan brillante, que la luz se proyectaba de él. Hay una hierba que es tan blanca que se compara a sus cejas. Era el más sabio de los Æsir y el que mejor hablaba y con más gracia, de tal forma que nadie podía contradecir su juicio. Todos coincidían en que no había lugar más hermoso que su palacio, Breidablik ("brillante"). Su techo era de oro y pendía de columnas de plata maciza. El palacio en sí era una larga extensión vacía y, sin embargo, pura. Se dice que nada malo, falso u oscuro podía atravesar su puerta. Allí habitaba junto a su esposa Nanna y su hijo Forseti, dios de la justicia.
Nada parecía oscurecer la perfecta felicidad en que vivía este dios. Sin embargo, por las noches, terribles pesadillas empezaron a acosarlo. Su madre Frigg, que sabía leer los sueños, vio que su amado hijo iba a morir.
Para descifrar los sueños de Balder, Odín, montado en su caballo Sleipnir, descendió cabalgando a Helheim. Allí, en el lado poniente del oscuro reino, dijo entonces unas palabras mágicas que provocaron que, desde el fondo de un túmulo funerario, se levantara de la tumba la poderosa völva ("vidente") Wala. Ella se quejó, porque Odín intentaba obligarla a descifrar el sueño de su hijo. Sin embargo, la hechicera lo hizo con palabras oscuras, pues estaba cansada y quería regresar a la muerte. El Padre de los Dioses le preguntó cuál de los dioses sería el próximo en morir y ella respondió: "Es Balder, el muy noble, quien es el siguiente que vendrá a Helheim, y Hodr, su hermano ciego, será el instrumento de su muerte". Balder no era un guerrero, por lo que tras su muerte sería enviado a Helheim, no a Valhalla. Del resto, lo único que Odín pudo entender fue que la muerte de Balder sería el preludio del Ragnarök, el ocaso de los dioses.
Cada vez el sueño de Balder se veía más y más turbado. Noche tras noche, se echaba en su cama moviéndose inquieto, dominado por espantosas visiones de oscuridad. Las pesadillas duraban tanto tiempo y se alargaron durante tantas noches que empezaron a hacerle mella. Este dios, que solía ser el más alegre de todos ellos, acabó por convertirse en un ser obstinado y deprimido que se paseaba por Asgard sin hablar con nadie. Los dioses empezaron a preocuparse seriamente, y se reunieron en el Gladsheim para discutir el problema. Hicieron una lista nombrando todos los medios posibles que podrían matar a Balder. Cuando estuvo terminada la lista, Frigg la cogió y la llevó a cada uno de los rincones de los nueve mundos, haciendo prometer a cada uno de los que estaban en la lista que no le harían daño a su hijo. Todos juraron: hombres, gigantes, enanos, elfos, fuego, agua, viento, rocas, animales, plantas, madera, metales. Todos excepto el muérdago, esa pequeña planta amarillenta que crece sobre las ramas de los álamos. Frigg pensó que era demasiado joven para jurar.
Pero Loki vio esto como una oportunidad de vengarse de los dioses por haber desterrado a sus hijos: el gigantesco lobo Fenrir, la mounstruosa serpiente Jörmungandr y su insidiosa hija Hela. Decidió matar a Balder. Durante mucho tiempo vagó por todo el mundo en busca de algo que no hubiese prometido no lastimar a Balder o que rompiese su promesa, y cuando por fin perdió su esperanza, pues no encontraba nada, decidió acudir a la propia Frigg en busca de respuestas. Loki se disfrazó como una anciana y se dirigió a Fensalir ante la diosa Frigg, y no cesó de molestarla hasta que le reveló que la única cosa que no le prometió no lastimar a su hijo fue el muérdago: "Al oeste de Valhalla crece un pequeño arbusto llamado muérdago. No le pedí su juramento, pensé que era muy joven para tomarlo". Loki salió y se dirigió al bosque, cogió una gran rama de muérdago e hizo una flecha de ella.
Regresando a la compañía de los dioses, Loki los encontró en Gladsheim, lanzando todo tipo de proyectiles contra Balder. Flechas, dardos, hachas, espadas, nada dañaba al amado dios. Todos los dioses reían complacidos, menos el dios ciego Hodr, hermano de Balder. Loki le preguntó por qué no estaba con los demás dioses, participando de sus nuevas diversiones. Hodr contestó que no tenía nada que lanzarle a su hermano y que tampoco podía ver hacia donde disparar. Loki le entregó la flecha de muérdago y le indicó en qué dirección arrojarla.
La flecha voló a través del salón y golpeó a Balder. El proyectil lo atravesó por completo. Balder cayó sobre su rostro, muerto. El dolor de los Æsir era inconmensurable; el silencio que reinó era ensordecedor. Ellos sabían quién era el responsable de aquella muerte. Hodr no podía ver su temible mirada y Loki no pudo soportarla, asi que huyó. Los dioses no podían matar a Hodr en aquel lugar por lo que había hecho, ya que su ley dictaba que ningún acto de violencia podía comenterse en Gladsheim.
Los dioses gemían y lloraban. Odín era el más afectado por el dolor, ya que era el único que conocía el significado de aquella pérdida y el sufrimiento que seguiría a la muerte de su hijo. Frigg
suplicó que alguien cabalgara al reino de los muertos para traer de regreso a Balder. Hermod, otro de los hijos de Odín, se ofreció a hacer el viaje.
Mientras tanto, el cuerpo de Balder se colocó sobre la pira funeraria construida sobre su barco, Hringhorni ("el barco anillo"), la nave más grande jamás construida.
La esposa de Balder, Nanna, cayó muerta en el acto debido al dolor de la pérdida. El caballo de Balder fue sacrificado y puesto junto a la pira. Odín tomó su anillo mágico Draupnir, uno de los mayores tesoros de los dioses, y se lo colocó a Balder. Luego, se inclinó sobre el rostro de su hijo y murmuró unas palabras en su oído. El fuego se encendió. Luego Thor se paró y santificó la pira con Mjölnir; y delante de sus pies corrió cierto enano, cuyo nombre era Litr ("color"); Thor lo pateó y lo arrojó en el fuego, donde se quemó, lo que después se convirtió en motivo de disputa entre dioses y enanos. A pesar de que los dioses emplearon sus mayores fuerzas, no podían empujar el barco al mar. En su ayuda apareció la giganta Hyrrokin, montada en un gigantesco lobo, utilizando serpientes como riendas. Ella bajó de su montura y Odín llamó a cuatro guerreros para que sostuvieran al lobo. No pudieron hacerlo hasta que lo derribaron. Hyrrokin empujó el navío con tanta fuerza que, debido a la fricción, éste se prendió en llamas y el mundo enteró se sacudió. Mientras Hringhorni ardía en el mar, Thor, enfurecido como estaba, intentó matar a la giganta, pero los demás dioses le imploraron que se detuviera. Hyrrokin había sido de gran ayuda.
Pero la muerte de Balder debía ser vengada. Sin embargo, Odín no podía asesinar a su propio hijo Hodr. Tras consultar un oráculo, se le dijo que el vengador nacería de una giganta de hielo llamada Rind. Viajó a Vestsalir, donde ésta vivía, y se hizo pasar por un guerrero llamado Roster. En dos ocasiones intentó convencer a Rind de que se uniera a él, pero fracasó. Supo entonces que sólo mediante magia podría vencer al helado corazón de la giganta. Se transformó en una hechicera que dijo llamarse Wecha. Cuando Rind enfermó, su padre hizo llamar a Wecha, quien dijo poseer la medicina adecuada, pero que haría reaccionar de mala manera a la enferma. Ordenó que Rind fuera atada a la cama, a lo que su padre accedió, y que fueran dejadas a solas. De esta forma, Odín volvió a su forma original y violó a la giganta. De esta unión nació un hijo llamado Váli. El niño creció rápidamente desde el momento de su nacimiento. En su primera noche de vida, sin haber siquiera peinado sus cabellos o haberse lavado las manos, partió hacia Asgard, donde dio muerte de inmediato a Hodr, utilizando su arco y flechas.
Mientras tanto, tras nueve días y nueve noches de travesía, Hermod, montando en Sleipnir, llegó a orillas del río Gjöll. El puente para cruzarlo, Gjallarbru, estaba resguardado por Modgud, una giganta con aspecto de esqueleto, quien de inmediato pudo darse cuenta de que Hermod aún estaba con vida. "Ayer pasaron por aquí cinco batallones y sin embargo el puente cruje más bajo tus pies que cuando pasaron ellos", dijo. Le preguntó qué asuntos tenía en Helheim y luego de explicarle su misión, Modgud le confirmó que Balder acababa de cruzar el puente, junto a Nanna y su caballo. Al tratarse de un Æsir, Modgud le permitió pasar.
Al regreso de Hermod a Asgard, los Æsir
enviaron mensajeros a los nueve mundos. Todas las cosas lloraron la muerte de Balder, hombres y bestias, rocas y metal. Todas excepto una giganta llamada Thokk que los mensajeros encontraron sentada en una cueva y
que no era otra que Loki disfrazado. "Thokk llorará lágrimas secas por Balder", dijo, "Vivo o muerto, el hijo del viejo no me ha servido de nada. Que Hela se quede con lo que le pertenece". Es así como Balder debe
permanecer en el inframundo, sin emerger hasta pasado el Ragnarök,
cuando él y su hermano Hodr se reconciliarán y reinarán sobre toda la tierra
junto a los hijos de Thor y los otros Æsir sobrevivientes, Vidar y Váli.
La historia de la muerte de Balder es muy antigua. Imágenes grabadas en brazaletes de oro que datan del siglo VI d.C. ilustran la anécdota de su muerte.
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