Geirrod, el Gigante
Una mañana, Loki decidió salir de paseo. Tomó prestado de Freyja su Valshamr, el manto mágico de plumas que le permitía convertirse en un ave y, transformándose en un halcón, surcó los cielos. Su viaje le llevó hasta Geirrodargardar, en Jotunheim, donde se posó sobre las murallas del castillo de Geirrod. El gigante vio al ave y ordenó a uno de sus sirvientes que la atrapara. Loki vio cuan difícil sería la escalada y decidió esperar hasta el último momento para escapar, solo para molestar al sirviente.
Cuando por fin Loki decidió emprender el vuelo, se dio cuenta de que estaba pegado a las murallas, todo gracias a un encantamiento de Geirrod. El sirviente lo atrapó y lo llevó ante su señor. Geirrod pudo ver en los ojos del halcón que había una persona dentro y le ordenó que dijera su nombre. Loki guardó silencio. Ante la negativa del dios, Geirrod lo encerró en una caja sin comida ni bebida, hasta que decidiera revelar su identidad. Por tres meses, Loki aguantó el hambre y la sed, pero finalmente tuvo que darse por vencido. Geirrod le ofreció perdonarle la vida a cambio de que hiciera venir a Thor, dios del trueno, a Jotunheim sin sus poderosas armas.
Como ya sabemos, Thor poseía el poderoso martillo Mjölnir, azote de los gigantes, que siempre volvía a manos de su amo después de ser arrojado, pero también poseía el Megingjord ("cinturón de fuerza"), que al usarlo duplicaba su poder, y los Jarngreipr ("pinzas de hierro"), un par de guantes de hierro que el dios utilizaba para poder sostener el incandescente martillo. Iba a ser difícil para Loki convencer a Thor de dejar atrás estas impresionantes posesiones pero, hábil como es, sedujo al dios con la idea de disfrutar de inmensos y exquisitos banquetes en la casa de Geirrod a cambio de visitarle desarmado, para no insultar la hospitalidad del gigante.
Finalmente, Thor estuvo de acuerdo y emprendieron el camino. La primera noche de viaje, se detuvieron en casa de la giganta Gridr, quien puso al tanto a Thor de la naturaleza malévola y sangrienta de Geirrod. A la mañana siguiente, antes de que los viajeros partieran, Gridr le prestó a Thor su propio Megingjord y sus Jarngreip, asi como el Gridarvolr ("vara de Gridr"), un bastón mágico que la ayudaría a defenderse.
Despidiéndose, Thor y Loki retomaron su viaje, que los llevó a orillas del río Vimur. Acostumbrado a las dificultades del camino, Thor empezó a cruzar la corriente a pie, mientras Loki se sujetaba fuertemente del cinturón del dios. Cuando se encontraban a mitad del río, el flujo de agua comenzó a aumentar repentinamente, amenazando con ahogarlos. Thor dirigió su mirada río arriba y vio a la giganta Gjalp, hija de Geirrod, parada con una pierna en cada orilla, orinando en el río. ¡Así que ésta era la fuente de la súbita correntada! Thor tomó rápidamente una piedra y la lanzó contra la giganta, que huyó espantada. De esta forma, consiguieron alcanzar la otra orilla.
Al llegar a Geirrodargardar, los sirvientes del gigante acomodaron a los visitantes en un establo. Dentro había únicamente una silla. Thor tomó asiento y, para su sorpresa, la silla empezó a elevarse hacia el techo, amenazando con aplastarlo contra él. Thor tomó el Gridarvolr y, apuntalándolo contra las vigas, consiguió hacer descender la silla. Lo siguiente que escuchó fueron un crujido y un espantoso grito. Bajo el asiento estaban Gjalp y Greip, hijas de Geirrod, quienes lo empujaban hacia arriba, intentando asesinar al dios, que sin embargo había roto sus espaldas.
A la mañana siguiente, a la hora del desayuno, apareció Geirrod, fingiendo que nada había sucedido. Repentinamente, tomó del fuego con un par de tenazas un lingote de hierro fundido y, sin aviso, lo lanzó contra Thor. Utilizando los Jarngreip que Gridr le había prestado, el dios atrapó el lingote y lo arrojó de regreso a Geirrod. Este intentó protegerse detrás de un pilar, pero la fuerza de Thor era tan grande que el proyectil atravesó no sólo la columna de piedra sino también a Geirrod, matándolo, e incluso la pared del castillo detrás del gigante.
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