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Fenrir, el Lobo

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De la unión de Loki con la giganta Angrboda ("mensajera del dolor") nacieron tres hijos mounstruosos: la diosa de la muerte Hela, la serpiente gigante Jörmungandr, y el gran lobo Fenrir. Cuando los dioses se enteraron de la existencia de estos seres, consultaron con las Nornas, conocedoras del destino, quienes les informaron que estos tres mounstruos serían los causantes de la destrucción del universo. En especial Fenrir, que estaba destinado a devorar al mismo Odín. Los Æsir decidieron tomar cartas en el asunto y se deshicieron rápidamente de Hela y Jörmungandr. Pero a Fenrir, que al principio sólo era un cachorro, decidieron ganarlo para su causa y le permitieron vivir en Asgard, donde lo mimaban con golosinas y juegos. Conforme se le alimentó, comenzó a crecer y pronto fue tan grande que era imposible controlarlo. Cuando abría sus fauces, la mandíbula superior tocaba el cielo, mientras la inferior rozaba la tierra. A este punto, únicamente el más valeroso de los ...

El Cortejo de Gerd

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Un día, Freyr se sentó en el trono de Odín, Hliðskjálf, desde el cual es posible observar cualquier punto del universo. Freyr dirigió su mirada en todas direcciones y cuando vio hacia el norte, hacia los confines de Jotunheim, una doncella acababa de abrir la puerta del castillo en que habitaba. Era divinamente alta y la más bella que el dios hubiera visto; sus brazos relucían como la plata. Era Gerd, la hija del gigante Gymir, y Freyr quedó consumido por el deseo. Pero sólo Odín y Frigg podían sentarse en Hliðskjálf, así que la fugaz visión de la giganta no podía repetirse. Enfermo de amor, pasó muchos días suspirando y cada vez estaba más apagado y deprimido, tal como sucede con los enamorados que no pueden estar con el objeto de su afecto. Skadi, su madrastra, le preguntó la causa de su creciente desánimo y Freyr le confesó todo. Al saber la verdad, los dioses acordaron ayudar a Freyr y le pidieron a su sirviente Skírnir que fuera a casa del gigante Gymir, padre de Gerd, a sol...

El Crepúsculo de los Dioses

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Así sucederá el Ragnarök, el final de los dioses: primero vendrá Fimbul, el crudo invierno, durante el cual la nieve caerá sobre los cuatro ámbitos del mundo. La escarcha será fuerte, la borrasca violenta y peligrosa, y el sol apagará su brillo. Habrá tres inviernos seguidos, sin verano alguno que sirva de alivio, y luego vendrán otros tres en los que el mundo se verá envuelto en una terrible guerra. Los juramentos se romperán y ya no habrá alianza que se respete. Hermano contra hermano, padre contra hijo, todos los hombres sucumbirán al deseo de hacer la guerra. Sucederán entonces cosas inauditas: el lobo Skoll devorará a Sunna, el sol; el lobo Hati se tragará a Mane, la luna, a quien persigue desde hace muchos siglos. Las estrellas, llenas de pavor, caerán de los cielos. Se conmoverán la tierra y las montañas, los árboles serán arrancados de raiz y los montes se derrumbarán. Entonces, el lobo Fenrir romperá por fin la cadena Gleipnir. El mar se lanzará sobre la tierra, inundá...